Ricardo Valenzuela
Yo envido de los niños esa inocencia
Esas mentes cargadas de curiosidad
Esas hermosas sonrisas de felicidad
Siempre ese espíritu de competencia
De los viejos yo envidio su sapiencia
Su miradas fijas siempre sostenibles
Sus voces fuertes tan inconfundibles
Porque al hablar hacen la diferencia
De mis muertos admiro esa herencia
Me permitió vivir lejos de falsedades
Y siempre sonreír en las calamidades
Y hablar y actuar solo en congruencia
Envidio del hombre justo su paciencia
Su caminar en paz entre los agravios
Para siempre sonreír ante los resabios
Así ellos siempre dictan esa sentencia
Envidio al valiente que tiene prudencia
Ante las olas donde reina esa demencia
siendo fuertes nunca acuden a violencia
Pues conocieron el camino de clemencia
Admiro el rigor del sol y esa frecuencia
Cuando aparece siempre muy sonriente
Porque cada día nos da esa luz potente
Luego regresar a su lejana procedencia
Admiro el tiempo con esa complacencia
Para darnos su gran regalo diariamente
Y me permite en el pasado y el presente
Diseñar mi vida y pagar la consecuencia
Admiro de la luna toda esa gran regencia
De su hermosa luz y así iluminar al mundo
Y nos penetra el ser hasta lo más profundo
cada noche nos llena el alma de opulencia
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